Las islas Columbretes, descritas por un gaspatxer en 1935
ALCALÀ-ALCOSSEBREPENSAMENTSVINARÒSVINARÒS MAIL 6 novembre, 2024 Vinaròs News
JOHN J POLO
Puerto de Vinaròs, medianoche de un día del mes de marzo de 1935, un periodista de unos 30 años está a punto de embarcar con destino a las Islas Columbretes. Tiene un encargo de su periódico, hay lugares en España que mucha gente no conoce, uno de ellos son las islas Columbretes, tú eres de esa zona, ve allí y nos lo cuentas para el periódico. El rotativo en cuestión que le hizo el encargo era el diario independiente de la noche llamado “La Voz” de Madrid.
El periodista era un gaspatxer, Jose Bort Vela, nacido el 29 de enero de 1905 en Alcalà de Xivert, hijo de militar, estudió Comercio en Castellón para después trasladarse a Madrid donde trabajó en la Escuela de Comercio y en la Escuela de artes y oficios. Partidario de Lerroux y muy activo política y sindicalmente escribió en periódicos como La Voz, El Pueblo, El Radical o El Liberal de Valencia, donde tuvo una columna, “Horarios”. Corresponsal en el frente de guerra en el Madrid republicano tuvo que huir a Valencia y allí se hizo cargo del periódico Juventud Libre, más tarde se traslada a Barcelona y de allí huye al exilio no sin pasar por los campos de concentración franceses. En 1951 llegó a Belgrado donde fue nombrado por el Gobierno yugoslavo redactor jefe de las emisiones de Radio Belgrado en lengua castellana. Escribió una autobiografía en español que fue publicada en 1977.
Hoy 7 de noviembre de 2024 se cumplen 45 años de la muerte de José Bort Vela, he querido rescatar el artículo que escribió sobre las Islas Columbretes en el periódico “La Voz”, en marzo de 1935 antes de estallar la guerra civil, ya que esas islas siempre han estado ligadas a los pescadores vinarocenses que la llamaban “La Illa”, con algunos fareros vinarocenses, y como no recordar a Jose Maria Salaverria (1873-1940) que escribió que durante un año tuvo que vivir, tal como él describió, en ese peñón salvaje llamado Islas Columbretes con su padre que era el farero.
ARTÍCULO DE JOSE BORT VELA
LAS ISLAS COLUMBRETES, DONDE SOLO VIVEN DOS FAREROS POR SU PROPIA VOLUNTAD
¿CUÁL ES EL LUGAR DE SU EMPLAZAMIENTO?
Todos los españoles sabemos que España posee unas islas llamadas las Columbretes. Pero no pocos españoles ignoran en qué punto se hallan emplazadas. Más no es extraño que así sea, puesto que hasta los mismos geógrafos aún no se han puesto de acuerdo, y cada uno las emplaza en un lugar distinto, dentro, claro está, de las aguas que bañan las tres provincias del antiguo reino de Valencia. Unos geógrafos las colocan frente a Castellón de la Plana, y otros, delante de la ciudad del Turia. ¿Quién tiene razón?
Un día nos encaminamos hacia estas islas Columbretes para conocerlas. Partimos del puerto de Vinaroz a medianoche. Después de un largo viaje de siete horas con una gasolinera, a la hora del amanecer nos hallábamos frente a las islas Columbretes. Poco después salió el sol, y la grandiosidad del panorama se ensombreció. Las islas e islotes se destacaban en la vasta superficie del mar, negruzcas como una visión dantesca A poco nos encontramos frente al islote mayor, llamado Monte Colibre. Una hermosa ensenada nos abrió el paso. Las aguas eran claras y azules, divisándose el suelo en lugares de mucha profundidad.
Pronto nos dimos cuenta de la cualidad de estos islotes. La bahía o ensenada es el cráter de un antiguo volcán marino. Las partes superiores del cráter forman un islote semicircular, lleno de piedras negras y volcánicas, como si fuesen lava petrificada. A nuestra embarcación se acercó un pequeño bote. Con él llegamos a la isla. La gasolinera quedó en el centro de la ensenada. Por un estrecho sendero llegamos hasta la parte más alta del promontorio, donde se encuentra el faro.
No crecen en toda la isla ningún árbol ni ningún arbusto. Solo alguna mata salitrosa, propia de lugares desiertos y arenosos. Algún liquen o alguna retama. Si alguna planta se intenta criar, la brisa del mar la mata pronto. Tiene fama esta isla por la abundancia de víboras que la pueblan. Esto le da un aspecto más sombrío y siniestro. Se levanta alguna losa, y pronto se ven correr estos bichos venenosos, con sus antenas en el aire, amenazadoras.
¿Se hallan desiertas estas Islas? No; pero pudiéramos decir que casi desiertas. Los únicos habitantes son los fareros. Estos hombres viven como Robinsones o ermitaños modernos, puesto que, según confesión de los mismos, están allí por propia voluntad. Encienden el faro y comunican con Castellón y Vinaroz todos los días por medio de una “radio”. Allí viven solos, frente al mar, bajo el cielo y entre un islote pequeño y macabro que empuja constante el oleaje del mar. Leen, fuman, pescan, y cuando pasan algunas aves emigrantes las suelen cazar. Allí pasan meses y más meses. Sus familias viven en Vinaroz, y ellos suelen ir a verlas cada dos meses. Una embarcación les trae comestibles y periódicos cada diez días; pero si hay tempestad, cada veinte días. Y entonces tienen que comer el pan de quince y veinte días o cocerlo en un horno.
Pero nosotros hemos ido a ver el lugar del emplazamiento de estas islas según los fareros, después de muchos años, de observación, creen que se hallan entre el cabo de Irta y el cabo de Oropesa. Estos son los dos únicos lugares que se divisan frente a las islas en los días muy despejados.
Además de este islote de Monte Colibre hay otros tres grandes peñascos, denominados la Horadada, la Ferrera y el Bergantín. El primer islote se llama así porque se halla agujereado, y el último, porque posee la forma de la vela de una embarcación. Alrededor de estos cuatro islotes existe gran cantidad de arrecifes a flor de agua, que son un gran peligro para las embarcaciones. Las de gran calado suelen navegar más adentro de las islas. Las de pequeño tonelaje, entre las islas y la costa. Por las islas que están unas de otras a gran distancia—, muy pocas embarcaciones suelen navegar.
A estas aguas suelen llegar las barcas pesqueras de las Baleares y de Peñíscola y Vinaroz, por ser el lugar donde se crían los langostinos de tanta fama como los de las playas que acabamos de nombrar. En un tiempo fue la ensenada de Monte Colibre refugio de piratería y de contrabandistas. Blasco Ibáñez, en sus novelas levantinas, nos cuenta hechos curiosos de ello. Una de las cosas que más nos conmovió fue un pequeño cementerio, tan pequeño, que parecía que no cabía un ataúd. ¿A quién pudieron enterrar en él? Y nos dijeron los fareros únicos habitantes de las islas Columbretes que yacen, allí varias víctimas. Una de ellas, la hija de un farero, que murió en la isla sin la asistencia de ningún médico, debido a una furiosa tempestad. Otras, marineros de embarcaciones naufragadas entre los arrecifes de los islotes. Aquellas tapias estrechas y húmedas eran verdaderamente conmovedoras.
En medio de los azules del mar y del cielo, bajo la luz del sol del mediodía, estos peñascos volcánicos, negruzcos y solitarios son una evocación de la soledad y de la calma. En los días de tempestad, en que se agitan las olas Impetuosas, entre bramidos que lamen las rocas y la voz tremebunda da de los vientos del Norte, parece que el infinito del mar y del cielo van a tragárselas para siempre. Así nos lo decían los solitarios fareros que habitan las islas Columbretes.
A los 74 años, tal dia como hoy un 7 de noviembre de 1979 falleció en Alcalá de Xivert el critico de de arte José Bort Vela.