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BARTOMEU ROIG La vida es más complicada desde que los ciudadanos están obligados a confinarse por el coronavirus, un aislamiento que implica que el...

BARTOMEU ROIG

La vida es más complicada desde que los ciudadanos están obligados a confinarse por el coronavirus, un aislamiento que implica que el siempre doloroso trance de tener que despedir a un ser querido aún sea más difícil durante el actual estado de alarma. Así se resume la situación que vivió una familia de Tírig, que tuvo que esperar horas hasta poder dar la sepultura al patriarca, un hombre de 90 años.

«En los últimos meses ya no podía vivir solo, y por eso decidí llevármelo conmigo, a mi casa de Barcelona», explica la hija, que pidió no dar su nombre públicamente. El deseo de sus allegados fue darle sepultura en su localidad de nacimiento. Un traslado de unos 200 kilómetros, pero que en esta ocasión fue acompañado de las trabas derivadas de la emergencia sanitaria, la dificultad para encontrar médicos y unos servicios funerarios que, en el caso de la capital catalana, están en el punto de mira por supuestament inflar precios y cobrar por servicios que no se puede comprobar que se presten realmente. Por eso, y por una experiencia similar sufrida hace meses, la hija optó «por contratar a una empresa del Maestrat». El hombre murió en casa por causas naturales, y comenzaron con el trámite habitual en el que un facultativo comprueba el fallecimiento. «Tratar con la compañía que queríamos nosotros fue un cúmulo de dificultades, porque solo nos dejaban tramitar el certificado definitivo si lo hacíamos con una compañía de Barcelona; llamábamos al centro de salud, pero estaba saturado y no respondía nadie al teléfono», relata la hija. Finalmente, lograron contactar con un conocido que se dedica a la medicina y consiguieron el ansiado papel. «Perdimos muchas horas en unas circunstancias nada agradables», dice.

SACERDOTE DESDE TRAIGUERA

Finalmente, lograron cumplir con la voluntad del padre y sus restos ya reposan en el cementerio de Tírig. «Cumpliendo con la norma, solo pudimos ser unas pocas personas», detalla. Fue una ceremonia sin funeral, aunque contaron con un sacerdote que acudió a Tírig desde Traiguera para hacer un responso, «tal y como hubiera sido su deseo». La familia logró su objetivo en un momento en el que este tipo de servicios se encuentran saturados. Tanto, que en el caso de Barcelona, el aparcamiento de un tanatorio tuvo que convertirse en una morgue improvisada. Mientras tanto, la Comisión Nacional de Mercados y Competencia analiza en toda España denuncias por presuntos abusos desleales en las tasas o ventas de materiales en varios sectores.

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