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Gremi Turístic i Cultural de Benassal Las buenas intenciones deberían constituir esa materia prima benevolente para iniciar cualquier negociación, pero cuando la parte que...

Gremi Turístic i Cultural de Benassal

Las buenas intenciones deberían constituir esa materia prima benevolente para iniciar cualquier negociación, pero cuando la parte que se sienta en el lado contrario de la mesa las usa como disuasión, como un artículo más de su argumentario para mantener la inacción, las sonrisas se tuercen y derivan primero en mueca para acabar en el rictus de la frustración.

El Gremi Turístic i Cultural de Benassal (Gremi) inició la reivindicación de sus derechos como asociación con las mochilas repletas de esas aludidas buenas intenciones, de conciliación y de voluntad de resolver el conflicto sin necesidad de acudir a la fatiga de los tribunales para litigar por aquellos.

Sin embargo, los también aludidos del otro lado de la mesa, la Diputación Provincial de Castellón, tanto los anteriores inquilinos gestores, capitaneados por Javier Moliner, como los actuales, comandados por Pepe Martí, mantuvieron aquellas sus embrionarias buenas intenciones de palabra, sin progresar en ningún caso, en ningún momento para emprender acciones correctoras que desembocaran en la puesta en marcha sin trampantojos del emblema turístico de Benassal; sus aguas.

Antecedentes históricos

El conflicto nace del contrato suscrito el año 2010 entre la Diputación Provincial de Castellón y Balneario de Benasal S.L. en el que se establecían una serie de apartados que tenían por objeto último la dinamización turística de Benassal a través del protagonismo del nuevo centro termal, remozado y modernizado para dotarlo de unos estándares de vanguardia hotelera y balnearia.

Todo era, en los orígenes, un florecer de buenas intenciones, solo alguna nubecilla sospechosa de holding por parte del concesionario enturbiaba el futuro de un pueblo que necesitaba y sigue necesitando del turismo para no continuar desangrándose de padrón.

Esas primeras nubecillas fueron compactándose y adquirieron negrura. Los acuerdos del contrato seguían sin cumplirse; el adjudicatario, volcado en atender sus otros establecimientos provinciales del mismo sector balneario, no se molestaba en presentar siquiera buenas intenciones y la Diputación, laxa, inane, ¿quizá prevaricadora por inacción? no instigaba al cumplimiento.

En defensa propia

Y cuando al Gremi se le consumieron las buenas intenciones, cuando la negociación agotó sus itinerarios mientras el cielo turístico de Benassal continuaba gris oscuro, optó por lo que desde un primer momento había tratado de evitar: la judicialización del contrato.

Sucedió que el juez sí entrevió primero, constató después y dictaminó finalmente el incumplimiento del contrato, pero como la Justicia a menudo se ve sometida a su propia arbitrariedad, determinó que el Gremi no era arte ni parte y que por tanto no tenía capacidad para actuar como tal. No bastaba la condición de sujeto colectivo afectado por la pasividad de las dos partes que a su vez eran arte para exigir justicia contractual y la asociación, más bien la resistencia de benasalenses con negocios que mantienen sus persianas levantadas para que el pueblo no acabe de morir por inanición se vio deslegitimada mediante sentencia para ejercer de “acusación popular”, siendo, a la postre, la única damnificada por el abandono de la causa por esas dos partes.

No parece la amenaza una herramienta aceptable para desencallar el contencioso; es más, no debiera el Gremi siquiera haber actuado en la defensa del futuro de su propio pueblo, pero dado que del actual concesionario del balneario no se espera modificación alguna de su trato empresarial a su concesión, solo restaría la Diputación como ente superior, como promotora máxima de la inversión que revirtió la obsolescencia de las viejas instalaciones para hacer cumplir los acuerdos; atributos normativos tiene para ello.

Nuevos tiempos, viejas prácticas

Confiábamos desde el Gremi que el autoproclamado nuevo talante de la también novedosa, y llegamos a creer que esperanzadora, Diputación de Castellón, se atrevería a exigir lo que en su día se recogió contractualmente, pero hemos observado parecida indolencia que la del equipo de gobierno anterior.

Sorprende que la actual Diputación, tan comprometida de discurso con la revitalización del interior, haya mantenido con el adjudicatario de Balneario de Benasal la misma posición de benevolencia pasiva que la anterior corporación y eso nos confunde, nos entristece y también nos enerva, precisamente por haber depositado una dosis extra de fe en los nuevos gestores provinciales.

Mantenemos enhiesta la bandera de las buenas intenciones que nos siguen asistiendo porque en nuestro ADN de patria chica vienen así codificadas; el Gremi solo aspira a resolver el contencioso por la vía de la concordia, pero si esa Diputación no se aviene a ejercer su potestad de hacer cumplir los acuerdos, no nos temblará la firmeza para reiniciar la trabajosa escalada de la pared judicial, solo que el objeto de la demanda deberá ser una de las partes y las artes contratantes.

No obstante, si alguien con autoridad para ello, nos propone una alternativa negociadora plausible que despeje de nubarrones el actual horizonte turístico de nuestro Benassal depondremos nuestras intenciones judiciales y sumaremos nuestros anhelos para que nuestro pueblo mantenga vitales sus constantes.

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