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MANUEL MILIÁN He finalizado el año 2017, tristísimo año en Cataluña, en mis montañas de Morella entre soledades y silencios, recluido conmigo mismo en...

MANUEL MILIÁN

He finalizado el año 2017, tristísimo año en Cataluña, en mis montañas de Morella entre soledades y silencios, recluido conmigo mismo en mi ático-biblioteca. Largos silencios. Burbujeantes memorias, tal vez excesiva melancolía con la mirada al pasado que añoro, y un repelús creciente a un presente que me aporta lamentos y males presagios, dondequiera que eche la mirada: muy mal en el universo pernicioso del islam, pésimo en las alturas washingtonianas de un Trump irremediablemente loco, la pobre Europa sin rumbo y con una derecha radical al acecho; y una España de nuevo decadente (a pesar de los valores económicos) como en 1898, cuando el Estado español perdió su rumbo, y la espléndida generación del 98 deploró todo lo deplorable y nos inundó de pesimismo las páginas de la prensa y de la Historia. De nuevo esta es la cuestión.

 ¿Existe hoy dignidad en la política española y en sus gobernantes? Si por dignidad tomamos la moral, la honradez, la ética como medida, aviados estamos. Si el parámetro fuera la mangancia, la mentira y el positivismo utilitarista, rondaríamos el cielo de los ladrones (suponiendo que los ladrones vayan al cielo). Si tanto tienes, tanto vales fuera la balanza, Dios santo la granujería y la picaresca de los dedos largos resultaría un diluvio incontenible ¿Adónde vamos con esta tropa de políticos? Como mínimo al despeñadero. Me confieso escandalizado de cómo están las cosas en Barcelona y en Madrid, en Cataluña y en España ¿Existe ese único hombre justo que Yahveh pedía en la Biblia para salvar la ciudad del pecado? ¡Ausencia y silencio! Ni el gobierno de Rajoy posee una percepción precisa del problema territorial, ni posee un proyecto de país, que no sea el Palco del Bernabéu y el acomodo de chorizos, ni Puigdemont/Artur Mas ofrecen un miligramo de sensatez, ni los votantes parecen tener conciencia de lo que es una guerra política bipolar de las trincheras: confrontación y violencia ¿Qué puede ofrecer Tabarnia que no sea un conflicto violento, sin discutir las bases de su razón fundamentada en la Ley de Claridad de los referéndums del Quebec? (Por cierto, dónde están los adalides convergentes de la causa del Quebec, que fue su santo y seña? ¿Se les perdió, acaso, la memoria, o es que han conocido el descalabro económico y el hundimiento de su causa nacionalista, tras sendos referéndums fallidos?

Mis reparos empiezan a personalizarse. Rajoy es víctima de sí mismo, de su arrogante ignorancia de las causas y los hechos; del monumental error de Aznar el día en que se confundió designándolo su sucesor (Ahora, Don José Mª anda remediándolo con Albert Rivera…). Creo que la falta de un claro proyecto de país será el funeral del ciclo de Don Mariano y Dios sabe si no la defunción del PP de mis años de desvelos. Pero no pidamos peras al olmo de Puigdemont, fugado, ensoberbecido, protegido en Bruselas por los quasi-nazis flamencos, perdido el rumbo de sus promesas políticas, y cobardón a la hora de su retorno ¿Y qué decir de ese desastre de alcalde que denigra Barcelona a diario con sus actitudes insanas, sus decires casi procaces, sus burlas al sentimiento religioso de sus ciudadanos, sus causas siempre rectificables y oportunistas?

Doña Ada Colau ha perdido su gracia como actriz, se le han disparado los precios de los alquileres, se le han fundido los plomos con el tan elogiado okupa que se tornó en asesino en Zaragoza. Pero, ¿quo vadis, Barcelona? ¿Acaso será la ciudad de los viejos circulando en bicicleta a sus 75/80 años? La Sra. Colau todavía no se ha apercibido de que la pirámide demográfica se ha invertido… Ahora bien, ¿Quiénes la votaron? ¿Por qué la oposición municipal no la desaloja?

Mis respetos hoy se los lleva Oriol Junqueras: coherente con sus principios, defensor de sus valores morales, consecuente con sus ideas, responsable de sus hechos… ¡¡Chapeau!! Él lidera el respeto a la dignidad de la Política. Una lección que el fugado Puigdemont debería de aprender. Junqueras está dictando desde la cárcel un discurso de dignidad, sabiendo lo que otros están vergonzosamente mancillando por infantilismo irreal o por soberbia. Pésimos consejeros de la conducta política ambos pecados capitales. Pues, irrealismo es un gravísimo pecado para un político, tanto como la cínica omisión en un gobernante de Madrid o en el Estado.

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