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MANUEL MILIAN En este momento del conflicto Cataluña/España experimento una extraña sensación de fracaso persistente, dilatada. Es la peor de las sensaciones posibles cuando,...

MANUEL MILIAN

En este momento del conflicto Cataluña/España experimento una extraña sensación de fracaso persistente, dilatada. Es la peor de las sensaciones posibles cuando, desde la perspectiva de los años, se adivina una secuencia inacabable de ocasiones erráticas. Hacer balance de mis 47 años de labor política y periodística desde 1970, cuando inicié mi discreta colaboración con Manuel Fraga en su despacho privado y en su oficina de Director General de Cervezas El Águila en la C/ Vara del Rey, 7. Ni existía el PP, ni sombra siquiera de la idea, dado que la iniciativa comenzó en Barcelona de la mano de un grupo de empresarios de muy variado pensamiento político: desde el comunismo del editor Juan Grijalbo al conservadurismo del banquero José Mª Santacreu. Una docena de empresarios que asistieron económicamente a otra decena de intelectuales y profesionales, profesores universitarios y abogados o economistas. De aquí nació Ágora, más tarde GODSA en Madrid, posteriormente Reforma Democrática Española y, claramente diferenciada, Reforma Democràtica de Catalunya. La cadena genética del PP.

Este recuerdo del inicio de una aventura política me asalta hoy como el zarpazo de un tigre que hemos tratado de cabalgar. El Parlament de Catalunya, por 70 votos a favor y media cámara en el pasillo, acaba de proclamar la República de Catalunya. “Mai més, Milián, els fets d’octubre!” exclamaba repetidamente Tarradellas como un mantra. Ahora, estamos en ello. Si entonces duró el sueño 11 horas, vamos a ver lo que dura esta nueva edición de els fets d’octubre de 1934. Tremenda terquedad de la Historia. Aquel eco del viejo President se me enturbia con otra confesión, camino del aeropuerto de Barcelona, a Manuel Fraga: “Yo prefiero una España roja que rota” ¿Andamos en esa vía: roja y rota? Los hechos de Cataluña guardan relación con algo semejante a una revolución social de la izquierda radical (CUP, Podemos, parte de ERC). Si el proceso sigue, se verá cuál es, o pretende ser, la estación término.

Mi frustración quedó reflejada en mi libro Els ponts trencats (Los puentes rotos). Nada que añadir, salvo intensificar los tintes en esa sordera perenne de un partido político que empezó entendiendo la diversidad vasca y catalana y ha acabado cerrando el horizonte a cualquier consideración. Lo que fue posible en 1996 con el Pacte del Majéstic, se frustró en el 2000 con la mayoría absoluta de Aznar, el Gran responsable de este desentendimiento entre Cataluña y España, que alcanza hoy su cénit con el divorcio consumado en el Parlament de Catalunya. Un Rajoy vago, cobardón, sin vocación real para la política, Tancredo puro durante cinco años, ha legado un escenario que la irresponsabilidad política y la osadía catalana de la mano de la CUP ha situado a España en un grave dilema y a Cataluña en una dolorosa aventura ¿Es política negarse a toda flexibilidad o dialogo? ¿Es Rajoy, o no, el responsable de tanto despropósito? ¿Cabe la impunidad en este caso, o debemos atenernos al Leviatan de Hobbes? Entiendo que, tras el fracaso, la dimisión de Rajoy sería lo apropiado; o lo justo.

Toda una vida política o de gestor de opinión publica al estercolero. Un fracasado peregrinaje de 47 años intentando lo, al parecer, imposible. Pensar que “el café para todos” de Suarez fuera la solución era peor que un mal sueño. Olvidar que Cataluña, tarde o temprano, plantearía la cuestión de su identidad, una insuficiencia analítica, un error descomunal. Lo advertí en la primavera de 1975 en una reunión de los fundadores del que hoy es el PP. “No serán los vascos con su ETA quienes desmonten la mesa de la democracia; serán los catalanes con un delicado manejo del bisturí. Nosotros somos florentinos”. Aquella premonición es ahora una profecía constatada. Lo cual supone un redoblado sufrimiento: cuando se prevé y cuando sucede. Pero, me pregunto ahora: ¿es razonable en una sociedad madura arriesgar todo lo quien se ha ganado para cazar la Luna? No es la utopía el mejor de los caminos en política. Aristóteles puso lo mejor en el punto medio. Y, ni los unos ni los otros han querido encontrarse en ese punto medio.

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