De aquí y de allá: ¿Quo vadis, Catalonia?

MANUEL MILIÁN

Cuando un país miente sistemáticamente sobre sus problemas o rehuye la evidencia de sus males, abre las puertas inexorablemente a su decadencia. Cuando se corroe los fundamentos básicos de la ética en la política se abren las puertas automáticamente al suicidio del sistema. Y no sólo en el sistema político (democracia), sino también en el sistema social, pues también este se fundamenta en la ética, de otro modo no hubiera existido el Capitalismo (Max Weber), ni las libertades como claves del Estado de Derecho. Desgraciadamente hoy ambos frentes están abiertos en la actual Cataluña y también en España. ¿Es consciente nuestra sociedad de lo que está sucediendo? Si el Mal se constituye en el Bien, el desastre y la ruina quedan garantizados. La perversión de las Leyes es el punto final de una sociedad, y en eso estamos.
¿No se ajusta el significado de los hechos en economía como síntoma de la crisis? Sin armonía, no existe sociedad. Y sin empresas no existe economía, como se demostró en el derrocamiento del comunismo en 1989; y como lo demuestra en las estadísticas endémicas del paro en España con más de 3 millones de parados, 400.000 jóvenes formados que han huido del estancamiento español desde que gobierna Pedro Sánchez a forjarse un porvenir más allá de nuestras fronteras, mientras nosotros atraemos mano de obra sin especialización ni oportunidades de alta cualificación.
El río de inmigrantes que inunda nuestras fronteras es la génesis de un gran conflicto en lo cultural y convivencial en el inmediato futuro. Francia es la prueba. La delincuencia en Barcelona es otra demostración según las estadísticas de los Mossos d’Esquadra y los diversos cuerpos policiales entre 1922 y 1923 de los 37.168 detenciones practicadas sólo 8.072 fueron ciudadanos españoles. A inicios de 2023 el número de extranjeros censados en Barcelona era de 301.703 (un 72% más que el año anterior), casi 1 de cada 3 residentes es extranjero. De los más de 37.000 detenidos por delitos, casi 30.000 eran extranjeros. Me ahorro las conclusiones, aunque sería oportuno reflexionar a tiempo, antes que el problema se dramatice y no resulte fácil restablecer una mínima normalidad. La droga, el narcotráfico y las pésimas políticas de Ada Colau han propiciado una instalación de delincuentes y narcotraficantes que amenazan con subvertir la realidad cotidiana y la vida común. Barcelona acabará compitiendo con la lamentable escenografía de Marsella, si alguien no lo remedia.
¿Qué sucede con las empresas – fundamento de nuestra economía- al día de hoy? Según el digital The Objetive, Cataluña ha perdido dos tercios de su inversión extranjera desde el referéndum de 2017 impulsado por Puigdemont y Junqueras. Además, unas 9.000 empresas han emigrado a otras latitudes… Por más que se empeñe Puigdemont y Junts, pocas regresarán, dada la perspectiva de la inseguridad jurídica territorial: sin un marco jurídico estable no cabe la inversión. Y ni el Gobierno español, ni el autonómico son capaces, hoy, de frenar tal sangría. ¿Dónde fueron a parar las empresas familiares históricas tradicionales y del sistema productivo catalán?
La pérdida de una multinacional como CELSA –con unas leyes que no admiten el recurso de alzada- es por sí mismo un toque de alerta por otras muchas empresas de idéntica situación. Hoy se podría hablar en Cataluña del “síndrome Celsa”… pero el ataque frontal a Grifols, otra multinacional catalana, con sus derivaciones en Bolsa, podría ser otro ejemplo. Y ¿qué decir de las empresas familiares punteras como Titalux o Freixenet o Codorniu, etc.? La letanía sería prolija y el remedio del mal puede afectar a no menos que a toda una generación, siempre que se recupere el liderazgo de las élites tradicionales de la burguesía catalana.
¿Nadie se aflige del eclipse de la burguesía catalana, del ocaso de nuestras empresas más señoras, de la caída de inversión en España más allá del 20%? Solo un gobierno cínicamente irresponsable como el de Pedro Sánchez puede ignorar una evidencia como ésta, el que cifra como nexo de su ineptocracia.
Ni el gobierno español, ni las tentaciones anómalas de la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, ni la mentira sistemática del presidente Sánchez, ni la dudosa competencia de muchos de nuestros gobernantes, ni la tentación comunista de esta izquierda enloquecida…. Sin garantía de futuro, de estabilidad, y de progreso, ¿habrá que refugiarse en el independentismo para soslayar la crisis española del sistema? Sin embargo, yo me pregunto “Quo vadis, Catalonia?”.