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MANUEL MILIÁN  La política sin transparencia es dudosamente democrática, y quien se maneje sin ella en la gobernación de un Estado, merece siquiera la...

MANUEL MILIÁN 

La política sin transparencia es dudosamente democrática, y quien se maneje sin ella en la gobernación de un Estado, merece siquiera la sospecha, o puede ser reo de exclusión. La democracia strictu sensu no se conjuga ni con la mentira, ni con la falsedad, ni con fakes, ni con el engaño. Todo ello son vicios excrementales de uso exclusivo de manipuladores, políticos amorales, personajes cínicos que piensan que el Poder lo justifica todo, al modo de Maquiavelo. Y el Poder en nuestros días no se autojustifica por sí mismo; antes bien, debe ser legitimado por la praxis de cada día en coherencia con lo ofertado en el mercado electoral. Si a Tierno Galván, el alcalde de Madrid, se le cuestionó en su día por aquella incitación equívoca a los jóvenes festivos de “¡Al loro!”, ¿qué no habría hoy de cuestionable en las deplorables demagogias de Pablo Iglesias y en su ocultamiento de los recursos, y su origen, que le permitieron adquirir sin explicación fácil una supermansión en Galapagar? Desde la perspectiva de la derecha, un escándalo, desde la óptica de la izquierda, motivo de desautorización por incoherencia grave.

O, ¿acaso nos hemos instalado en su escenario a-ético en el que ya no se exige coherencia a los sátrapas políticos? ¿Ya no se considera la autoritas como un requisito moral para ejercer el poder? ¿Ya no es imprescindible cumplir lo que se ha prometido, y ha obtenido el asentimiento de los votos? Los franceses tienen un vocablo muy preciso para este escenario: emmerder ¿Son los programas electorales un pretexto para no ser cumplidos? ¿Es legítimo que un supuesto líder modifique los intereses de la sociedad y sus ciudadanos por un supuesto “bien superior” que no casa con el “bien común”? Mis preguntas serían infinitas a este particular, dado que no salgo de mi asombro por el cinismo más extremo que jamás hube conocido tras la muerte de Franco.

Dudo que los ciudadanos de este país sepan a dónde nos dirigimos, tras el diluvio de mentiras y escandalosas contradicciones proferidas por Pedro Sánchez. Dudo que la inteligencia media del pueblo pueda discernir el grano de la paja en el discurso y los hechos de ese demagogo de feria llamado Pablo Iglesias ¿Saben los ciudadanos a dónde nos conduce este tándem de osados con principios morales variables, e incluso reversibles? Ni sus palabras merecen crédito, ni sus acciones muestran garantías de rectitud. El escándalo Delcy-Barajas es mucho más que un flagrante incumplimiento de compromisos superiores de carácter europeo. El trasiego de dinero sucio, o negro, en maletas, los tráficos ilegales del oro robado desde el poder, conllevan una necesaria condena de todos los que creemos en la Democracia y en la Justicia. Los gobernantes no son trileros, ni matones, aunque algunos asi se muestren en las repúblicas bananeras latinoamericanas. Ni Cuba es ejemplo de nada, ni Maduro un ser respetable. La Democracia en su boca es un vómito.

En consecuencia, ¿qué pintan Zapatero, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Ábalos en esta historia envenenada? ¿Por qué ocultan la verdad de los agradecimientos encubiertos, de las dádivas generosas, de las servidumbres adquiridas? Y todavía algunos se sorprenden del escándalo mediático. Me confunde verificar la carencia de sensibilidad moral de algunos ¿Acaso las deudas no se pagan? ¿Los dineros no se devuelven? ¿O se gratifican de otro modo no confeso? ¡Cuánta ceguera política en esta izquierda transformista! El dinero que se da, o se presta, de alguna manera siempre tiene regreso, y consecuencias. La generosidad es dudosa en política, aunque la gratitud a menudo escasea ¿O no se acuerdan ya los lectores del escándalo de créditos no devueltos y condonados (¿a cambio de qué?) en la financiación de ciertos partidos políticos? ¿O de alguna sentencia “arreglada” para causar el menor daño posible? ¿O el escándalo de las “primas únicas”, o del remedio de la “doctrina Botín”?

Entiendo que en el imperio de la Posverdad todo es posible, dado que esta debe traducirse literalmente por falsedad, mentira, manipulación, engaño… Todos, graves pecados contra la Democracia ¿Se han parado a pensar los ciudadanos por qué cuando gobierna la izquierda pro, o post-marxista, se dan ciertos tics engañosos? Su hoja de ruta acostumbra a ser infalible: primero, los hechos a su pura conveniencia estratégica (aunque se justifique como “interés ciudadano”); segundo, amarrar a la Justicia y a los jueces para que tutelen los intereses estratégicos del mandatario, y acomoden la interpretación de las leyes a su antojo (lo hizo el franquismo y es de uso habitual de dictadores y totalitarios); tercero, modificar el sistema educativo para crear el famoso “hombre nuevo” del marxismo, que garantice el voto en el futuro;  cuarto, modificar las reglas electorales para usufructuar el poder con garantías sempiternas (Cuba, Venezuela, la Bolivia de Evo Morales, etc.); quinto, en el peor de los supuestos habrá que preguntarse si se darán otras elecciones libres, democráticas, o serán una añagaza al estilo de Maduro o de la RDA – República Democrática Alemana- de Erich Honecker. Si alguien tiene dudas, que revise la Historia, o analice por qué en Occidente se procura evitar a los comunistas como socios de gobierno. En el caso de la OTAN se cierra ipso facto la información. Trump ya está en eso.

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