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MANUEL MILIÁN “Hechos, no palabras”. Este aforismo latino serviría tanto para definir el actual escenario español como para establecer un esquema de análisis. La...

MANUEL MILIÁN

“Hechos, no palabras”. Este aforismo latino serviría tanto para definir el actual escenario español como para establecer un esquema de análisis. La ceguera nacional – también en Cataluña- no se percibe de qué estamos siendo alimentados de palabrería, no de hechos. Y hacer palabrería sólo deriva hacia la mentira, un cáncer para la democracia como sistema.

Quien profiere mentiras, engaña, y el engaño es la metástasis final de un régimen democrático. Excelentes ejemplos como en Hitler, Franco, Fidel Castro Chávez, Putin o el impresentable Maduro en Venezuela. Si alguno de estos se convirtiera en maestro de nuestros políticos, el final estaría garantizado. ¿Habíase visto mayor cantidad de mentiras expresadas desde la Moncloa? La postverdad degüella la Verdad, y estos políticos que dominan actualmente “piel de toro” son adictos, enfermos agudos de la postverdad. Un correcto analista debería cuestionarse cada una de las palabras de la desmedida charlatanería “sanchista”. Y no tan sólo “sanchista”.

A este lado del Ebro los males se multiplican en idéntica sintonía. ¿Y los hechos dónde están? Sería mejor que no existieran pues todo ello constituye un paroxismo de falacias. Puede un Estado soportar un volumen de sueldos públicos del 30% de su masa salarial? ¿No es acaso la quiebra a medio plazo la desaforada protección del puesto de trabajo público o de los subsidios, sin reparar en la tasa de deuda más allá del 100% del PIB? ¿No resulta suicida acoger la inmigración descontrolada mientras crece exponencialmente la delincuencia, cada vez más agresiva de nuestras ciudades? ¿Por qué no se define la nacionalidad de los delincuentes, a excepción de que se trate de un ciudadano español? Estamos ante una descomunal hipocresía, que es el envoltorio de la falsedad.

Crece la droga en la medida que acrecienta la izquierda revolucionaria. Lo inventó Mao Tse Tung en su época. Lo practican los regímenes neo- marxistas de Latinoamérica y lo prodigan para financiar los movimientos políticos radicales, tal como puede constatar desde el año 1980, en la revolución en Centro-América (Nicaragua, El Salvador, Venezuela, etc.). El narcotráfico, es causa o efecto? Ambas cosas a un tiempo si no se produce una respuesta internacional. Por eso cuando ocurre entre nosotros, en Barcelona, Cataluña y en la España de hoy, no es nada gratuito, ni fortuito.

Se trata de un proceso que ha empezado a andar y, de no cortarse a tiempo, arruinará la vida social de las generaciones inferiores a los 60 años. Acarreó demasiadas notas de análisis y estudios desde el año 1981 de lo que está ocurriendo en Latinoamérica, tras la victoria sandinista en Nicaragua. Y ni soy ciego, ni sordo como tantos pregoneros del actual universo político. ¿Alguien se puede creer que la Okupación es exclusivamente un fenómeno delincuencial? ¿Por qué se argumenta desde el déficit de la vivienda social – promesas harto incumplidas – por la lamentable alcaldesa Colau-, y que la Okupación es un mal inexorable, cuando fue creación de Lennin de la Revolución de Octubre de 1917? ¿Acaso existe argumento más revolucionario que la expropiación de la propiedad privada, y por cierto, más inconstitucional? Ni se aplica la ley, ni siquiera se ajustan las leyes al delito. Ergo saque el lector sus conclusiones.

Esta procesión de hipócritas que nos conducen a la gran mentira, debieran que reflexionar primero, y reaccionar después, antes de que sea demasiada tarde, y que el sanchismo zapaterista nos conduzca a la autocracia, en cuyas puertas algunos parecen estar bien aposentados, quizá por ser los primeros al entrar. Me pregunto cómo es posible tanta ceguera en esta sociedad narcotizada. ¿Cuánto peor, mejor? Es el artículo inicial del código revolucionario. Y quien dude de mis palabras que audite cuanto acontece en esta Barcelona de todos los despropósitos. O ¿se tratará, tal vez, de quebrar la clase media para eliminar el colchón humano que atenúa los conflictos sociales y los procesos revolucionarios?

Mi asombro amanece cada día y no percibo la conciencia suficiente ante un relato maligno que esconde la verdad y prefiere las mentiras, las ensoñaciones de dudosa bondad. Las palabras mienten porque han transubstanciado el lenguaje. De aquí que solo los hechos demuestran la realidad (Facta, non verba como decían los latinos). ¿De verdad el lector, o el ciudadano, son consciente de hacia dónde nos conduce la actual jauría política de falsos liderazgos y gobernantes farsantes? No me resta otro consuelo que el grito de Cicerón en el Senado romano: “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nuestra?” (¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia? Quién quiera le ruego añadir el apellido a Catilina…

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