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MANUEL MILIÁN Sr. Presidente del Gobierno:      Mi carta es un lamento ante la sistemática incomprensión y desatención a los problemas y demandas de...

MANUEL MILIÁN

Sr. Presidente del Gobierno:

     Mi carta es un lamento ante la sistemática incomprensión y desatención a los problemas y demandas de Cataluña. El tancredismo en política puede ser un desastre, y cinco años de silencio pasivo ante las dolencias de Cataluña y los catalanes, en lugar de rebajar la tensión, la proyectan al paroxismo. Y en el límite y la mutua negativa al diálogo arranca el problema que amenaza con la secesión o con el más duro conflicto conocido desde 1934, al que Tarradellas nunca quería regresar.

     Como fundador con Fraga de lo que hoy es el PP puedo asegurarle que el espíritu que Ud. representa poco tiene que ver con el hecho fundacional de un partido que se inició en Cataluña y que, gracias a empresarios catalanes, se pudo poner en marcha. Nuestros males de hoy nacen en el aznarismo y su ruptura del pacto del Majéstic en el 2000. La disociación con el espíritu catalán y la “cuestión catalana” ha sido un continuo de disensos. La unidad de España es plural, suma histórica de varias nacionalidades y culturas. No es fruto –o no debiera serlo- de la conquista y el dominio castellano: “ex pluribus unum” (“de muchos, uno”) y el rigor histórico nos conduciría a la plurinacionalidad,  lejos de ese dogma falso de la unidad. J.M. Aznar nunca lo quiso entender, y Ud. no traspone la sensibilidad galaica al espíritu de la comprensión de la pluralidad, que sí se otorga a vascos y navarros ¿Por qué?

     Llegados a este punto, la lista de agravios sería interminable: trato discriminatorio fiscal, cicatero retorno en inversiones e infraestructuras, malquerencia a los catalanes –de quienes sistemáticamente se desconfía-, entendimiento de la solidaridad interregional equivocado o injusto, etc. ¿Por qué esa ceguera al Corredor Mediterráneo, que afecta a más del 45% de las exportaciones españolas? ¿Cómo se explica ese afán por gripar el motor económico de España (Cataluña, Valencia, Baleares) con una aportación superior tal vez al 40% del PIB español? ¿Se ha apercibido de que esta tentación al independentismo, gracias a discriminaciones presupuestarias y a la desatención de las demandas, puede prender la llama de la conciencia identitaria de la Corona de Aragón catalanoparlante? Ese sí sería el drama de España que helaría la sonrisa de esas élites extractivas y funcionariales madrileñas que se amamantan del Presupuesto del Estado, o que miran por encima del hombro a sus congéneres de la periferia (“las provincias” con sonsonete despectivo).

     Querido Presidente, no es este el camino para el reencuentro, como no lo es el abandono al que se ha sumido a la mitad, por lo menos, de los catalanes, que amamos la plural España (las Españas hasta 1714), nuestra tradición y fueros, y nuestros derechos compartidos. No hemos sido escuchados, ni tampoco participamos de determinados enfoques, gestos, e informaciones que hasta la Moncloa han llegado. De ahí que desde el fraterno compartir de la condición de español, le suplico que reconsidere la deriva de los acontecimientos, y atienda la sensatez de quienes piensan como el abajo firmante. Con todo mi pesar, le pido realismo, prudencia y buen juicio antes de provocar una profunda herida que, sin duda, marcará el futuro de dos o tres generaciones de catalanes y españoles.

Cordialmente,

 

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