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Javier Solsona, desde Puertomingalvo, Teruel Nací en Puertomingalvo y sigo viviendo aquí; cuando terminen mis días deseo ser enterrado en estos cerros desiertos, incultos...
Javier Solsona, desde Puertomingalvo, Teruel
Nací en Puertomingalvo y sigo viviendo aquí; cuando terminen mis días deseo ser enterrado en estos cerros desiertos, incultos e ignorados.
Mis padres, abuelos, bisabuelos y antepasados eran de Puertomingalvo, uno de los Pueblos más Bonitos de España, actualmente.
Por urgencias coyunturales nos trasladamos al Reino (actual Comunidad Valenciana) hacia 1960.
Faltos de recursos económicos, mis hermanos y yo decidimos contribuir a subsanar la penuria doméstica trabajando, durante los fines de semana y vacaciones, en todo tipo de laboreos: pintar viviendas, recolectar frutos, ayudar en el esquileo a mi padre y sus colegas, trabajar en la industria textil o azulejera…
Allí, en esos y otros pagos, estudié mis querencias, en Castellón, Segorbe, Valencia, Zaragoza y otras metrópolis.
Durante más de treinta años he sido personal docente en diversos centros de educación primaria, secundaria y universitaria.
En estas tesituras regresé, con uno de mis hijos, a mis raíces rurales; de ello ya hace más de cinco años. Puedo asegurar que no echo en falta ninguna de las comodidades de la ciudad y que me siento implicado en los pequeños avatares del pueblo intentando aportar lo que buenamente puedo.
El envejecimiento, la despoblación, la ausencia de gente joven que no quiere trabajar aquí, las rigurosas condiciones climáticas, la tremenda pandemia que estamos sufriendo con resignación… constituyen un serio óbice para mirar con optimismo el futuro, un futuro que también contemplan alarmados algunos movimientos ecologistas: se han rebelado contra el proyecto de Forestalia de instalar una serie de parques eólicos en las comarcas de Gúdar-Javalambre y Maestrazgo. En El Puerto, pendientes de aprobarse los planes de la empresa y sujetos a un periodo de alegaciones, se instalarán once aerogeneradores.
Leyendo de soslayo las declaraciones en prensa y redes sociales de alguno de esos grupos  detractores de los molinos, me veo invitado a participar como particular en unas dudas sobre sus manifestaciones. No es mi intención suscitar enfrentamientos, sino desde la cordura y el diálogo respetuoso, dar a conocer mi posicionamiento y el de quienes lo quieren compartir, con la finalidad de ofrecer una perspectiva más global y objetiva.
Estos exiguos movimientos asociacionistas han presentado una lectura parcial, interesada, oportunista y acomodada a sus intereses: han magnificado las dimensiones de las parcelas afectadas, han iniciado una campaña de firmas para sus acólitos, han comunicado que en los pueblos afectados no se ha dado información suficiente y transparente sobre la instalación de los molinos, han sostenido también que “la gente de los pueblos tiene algo que decir de la tierra donde vive, y tiene derecho a ser escuchada” y, parece altamente sospechoso, han ignorado los manifiestos públicos de los alcaldes que han respaldado esas actuaciones, los de diez municipios de estas dos comarcas. Por si acaso lo recuerdo: los alcaldes y sus concejales representan la voluntad de un colectivo que los ha elegido de manera democrática: sus decisiones no pueden pasar desapercibidas porque defienden los intereses de sus electores.
Es el momento de concluir con mis dudas y preguntas:
¿Dónde estaban los miembros dirigentes de estos grupetos cuando la inmisericorde y colosal nevada del 2017; dónde cuando las carreteras y pistas públicas y particulares quedaron cortadas por las fuertes lluvias otoñales de los años siguientes, con árboles caídos, ripios y rocas tendidos sobre sus frágiles firmes; dónde cuando diez o doce pueblerinos sofocaron incendios a los que no llegaron a tiempo las fuerzas autorizadas; dónde tuvimos su apoyo en la búsqueda y rescate de excursionistas, cicloculturistas, recolectores de setas, mirapiedras y otros quisquams  –extraviados, heridos o muertos-; dónde y cuando más se hubiese valorado su carta de presentación; dónde y cuando adecentamos con motosierras, podones, segures, picos y palas nuestros senderos a “jornal de villa”; dónde estaban estos protectores que con tanto celo velan por nuestro patrimonio cultural y natural?
Podría seguir con mis especulaciones gratuitas, que no serán valoradas, por lo que entiendo, por estas plataformas tan filántropas, altruistas y, en suma, redentoras de los males que afectan a los ruralitas.
Me comprometo, sin embargo, de seguir adelante este proyecto de energías renovables, a tender una alfombra roja a cuantos deseen visitar el Pelejero, el Arquero, el poblado ibero, los senderos locales, la senda de San Juan o San Bernabé, la ruta de pairones y fuentes y otros derroteros: llevaremos vituallas, ropa seca, botiquín de urgencias, brújula, cargador de telefonía y mucho cariño rural, cercano y agradecido.
Como decía el entrañable Labordeta:
¿Quién te cerrará los ojos,
Tierra, cuando estés callada?
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