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25 años del peor incendio de Els Ports 25 años del peor incendio de Els Ports
JAVIER ORTÍ La sequía y las altas temperaturas de estas semanas son un combinado fatal para los montes. El riesgo es extremo y, desgraciadamente,... 25 años del peor incendio de Els Ports

JAVIER ORTÍ

La sequía y las altas temperaturas de estas semanas son un combinado fatal para los montes. El riesgo es extremo y, desgraciadamente, el incendio que azota las comarcas vecinas de Tarragona ejemplifica el preocupante escenario que podría darse. Una situación que sirve para remontarse hasta el 1 de julio de 1994.

Se cumplen ahora 25 años del incendio que arrasó casi 29.144 hectáreas entre el sureste de la provincia de Teruel y la comarca de Els Ports, que marcó un antes y un después en la zona y cuyas consecuencias aún son visibles en los montes y pueblos afectados y en personas que lo combatieron. El desastre comenzó en Villarluengo (Teruel) el viernes 1 de julio de 1994. Sin embargo, las llamas no fueron visibles hasta el sábado. La fuerte sequía, las altas temperaturas y el viento confluyeron fatídicamente para dar paso al gran incendio. El fuego no entendió de fronteras territoriales y tras quemar tierras aragonesas el fin de semana, la noche del domingo cruzó la línea imaginaria entre Teruel y Castellón.

Una de las personas que vivió de primera mano aquellos fatídicos días es José Luis Grau. Jefe de parque de bomberos voluntarios de Morella, trabajó en el puesto de mando junto a miembros del parque de bomberos del Baix Maestrat, forestales y militares. Pep, como se le conoce, rememora cómo se desarrollaron los acontecimientos. «La mañana del lunes 4 empezamos a trabajar en una rambla que hay entre Olocau y Tronchón. Era el mejor lugar y el más seguro, pero el viento jugó en nuestra contra, en décimas de segundo nos saltó por encima, estuvimos una hora y media en el cauce sin poder salir porque todo a nuestro alrededor era fuego» revive este bombero.

Objetivo: «salvar Olocau»

Tras perder la primera batalla contra las llamas, continuaron luchando para dominarlo. «Al salir de allí, nos concentramos en las proximidades de Olocau, lo más importante en aquel momento era salvar al pueblo», recuerda. En un solo día el viento impulsó el incendio desde Olocau hasta las proximidades de Torre Miró en el término de Morella. Además, otro factor externo que dificultó el trabajo fue que en la Sierra de Ayódar se declaró otro fuego, y los efectivos provinciales tuvieron que repartirse. «No teníamos más medios porque estaban en el otro, trabajamos al límite de nuestros recursos», indica. Ante la virulencia de las llamas, se desplegaron efectivos del ejército. «No era la Unidad Militar de Emergencias, que entonces no existía. Con los limitados recursos que tenían, los soldados hicieron lo que pudieron, trabajaron muy duro», subraya Grau.

Finalmente, el domingo 10 de julio y tras el emplearse con todas las técnicas de extinción imaginables, algunas cuestionadas y controvertidas en aquel momento, pero efectivas a la postre, consiguieron extinguido. Diez días después, 11.456 hectáreas de los montes de Els Ports se habían calcinado. Y con ellas, el medio de vida de muchos vecinos que se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Ahora, mientras la vegetación revive entre lo que en su día fueron cenizas, quedan las imágenes, historias y testimonios de aquellos que lucharon con fuerza contra el fuego. El primer pueblo de la provincia afectado fue Olocau del Rey, 25 años después, el que era entonces alcalde del municipio, Guillermo Gazulla recuerda con nitidez los momentos vividos. «El sábado por la tarde empezamos a percibir el olor a humo y el domingo el fuego era visible desde el municipio. Entonces no había los medios que hay ahora para avisar ni enterarse de todo rápido», explica.

A partir de ese momento, vinieron jornadas intensas para todos los vecinos. El fuego quemaba sin control en las montañas que rodean Olocau. «Entre los vecinos buscamos cubas de agua, tractores y máquinas para tratar de extinguirlo. Trabajamos en todo el borde del municipio limpiando bancales y monte para que el fuego no llegase a las casas», señala. Gazulla destaca el tesón de los vecinos que se esforzaron día y noche en el monte. «Allí no hubo color político. Los vecinos de Olocau trabajaron todos y de otros pueblos de la comarca también vinieron a ofrecerse. Hubo personas que estuvieron un total de 16 horas en el monte y después nadie reclamó ni una peseta por el trabajo realizado», resalta.

En la iglesia de Ortells

Sin embargo, el fuego continuó devastando territorio. Otro de los municipios que sufrieron las consecuencias fue Ortells. Ramón Dómenech era el alcalde en 1994. Y recuerda con claridad todo lo que pasó en aquellos fatídicos días: «El lunes, el fuego estaba en las montañas frente al pueblo, bajó por la ladera a una velocidad de vértigo. En menos de media hora lo teníamos encima». Entonces, sin haber podido evacuar a la población tomó una decisión que no olvidará nunca. «Les dije a los vecinos que nos escondiésemos todos en la iglesia. Entramos mucha agua para beber y esperamos a que pasara. Las calles estaban llenas de humo y cenizas, era desolador. Fueron minutos interminables. Cuando la lengua de fuego sobrepasó las viviendas y calles, volvimos a salir para combatirlo. Con lo que teníamos tratamos de apagar varias casas que ardían, pero 7 u 8 no las pudimos salvar», lamenta.

El gran incendio requirió de la ayuda y movilización de personas y empresas. Una de ellas fue Electra del Maestrazgo, la compañía eléctrica que abastece a la mayoría de los pueblos afectados, tanto de la parte turolense como de la provincia de Castellón. Antonio Llanes, era entonces el director técnico de la compañía y aquellos días tuvo que tomar decisiones importantes: «En el puesto de mando, los bomberos me indicaron la necesidad de cortar las líneas eléctricas de la zona de Ortells, Sorita y Villores». También recuerda la preocupación por los compañeros que estaban trabajando en el terreno. Uno de ellos era Ricardo Castel, que aquella semana tuvo las jornadas de trabajo más intensas de su vida. «Iba con el coche con un compañero trabajando de pueblo en pueblo, el fuego nos venía detrás, iba muy rápido. Si llegamos a pinchar una rueda no hubiésemos salido», recuerda.

 Detonaciones de bombas

 Otro de los momentos que perviven en su memoria es el ruido de detonaciones de bombas. «Algunas de las que quedaron de la guerra civil, por la combustión y las altas temperaturas explotaron entonces, fue sobrecogedor», afirma. Durante aquellos días sus jornadas dejaron de ser de ocho horas: «Pasé una semana sin volver a casa, había mucho trabajo, aquello fue, sin duda, muy intenso». Imágenes y testimonios que inmortalizan aquellos diez funestos días de julio de 1994. Sin embargo, también fueron jornadas en las que los vecinos dieron lo mejor de sí para salvar el territorio. Historias individuales que coinciden en destacar el respaldo y el trabajo compartido que les unió más como vecinos.

Ortells recordarà l’incendi que va afectar la població fa 25 anys

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