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JAVIER ORTÍ Forcall vivió ayer la Santantonà más conocida y emblemática de la provincia, reconocida como bien de interés cultural y fiesta de interés...

JAVIER ORTÍ

Forcall vivió ayer la Santantonà más conocida y emblemática de la provincia, reconocida como bien de interés cultural y fiesta de interés turístico autonómico. La celebración medieval del fuego por excelencia en Els Ports reunió a centenares de visitantes, que no quisieron perderse el momento más esperado del ejercicio.

 La localidad se quedó pequeña cuando faltaban escasos minutos para la medianoche. Tal y como manda la tradición, la Santantonà hacía su entrada en la plaza Mayor. Allí, las botargas condujeron a Sant Antoni y Sant Pau al interior de la barraca para ser quemados. Cuando todo parecía perdido, con la cruz en la mano, los santos salieron del interior de la enorme estructura derrotando definitivamente al maligno. Una vez culminada la representación, los cremallers prendían fuego a la creación vegetal. Llegaba en ese momento la comunión de ritos paganos y cristianos. Vecinos y visitantes pasaban entonces por el interior de la barraca en llamas para expiar pecados y ahuyentar los malos espíritus, según cuenta la costumbre. Los mayorales de la fiesta, que este año son un grupo de amigos, se deshacen en halagos. «Queremos trasladar nuestro agradecimiento a todos aquellos que han colaborado durante el año a prepararlo todo. Sin la ayuda del pueblo esto no hubiera sido posible», expresaba Joan Altaba.

Antes de la Santantonà, las mujeres forcallanas que se encargan de amasar y elaborar las pastas de la fiesta fueron reconocidas con el Cremaller d’Or, por su aportación a la festividad.

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