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MANUEL MILIÁN ¿Es posible regenerar un cuerpo corrupto? ¿Se puede recuperar un órgano atrofiado? Mil preguntas se nos ocurren, en oyendo hablar de regeneración...

MANUEL MILIÁN

¿Es posible regenerar un cuerpo corrupto? ¿Se puede recuperar un órgano atrofiado? Mil preguntas se nos ocurren, en oyendo hablar de regeneración en el PP de esta hora. No creo en los pecadores-redentores, sino en los que redimen a los pecadores –que en este caso son demasiados- aquellos que después cumplirán la penitencia. Sin embargo, en el presente caso debería hablarse de catarsis, primero, y de reconstitución, después, dado que excluyo cualquier referencia al manido sustantivo de refundación. Ya en 1990 Aznar trató de refundar, con engaño incluido, el Partido Popular, cuya denominación sustituyó a la fraguiana Alianza Popular. Con tan fausto motivo se canceló todo debate interior (que Manuel Fraga había permitido en sus distintas corrientes) y entronizó el maldito axioma de “quien no está conmigo, está contra mí”. Tan evangélica admonición desató desde 1989 el indigesto aditivo de la corrupción, que se trasparentó en Valencia a partir del escandaloso caso Palop, y cuya postrer expulsión son las sentencias de Gürtel y los suicidios que tales procesos siguen propiciando ¡Escandaloso!

En el PP desastroso que ha legado Mariano Rajoy no caben palabras altisonantes como Refundación por la decepción que conllevan. Las etimologías nos retrotraerían a la antigua Grecia de Sócrates, Platón y Aristóteles, en la que el término catarsis adquiría todo su sentido: un proceso de crisis radical que pone en cuestión los hechos, las estructuras y a menudo sus fundamentos. Mas, para operar dignamente este proceso deberían escucharse las voces de los ancianos sabios y sin otros intereses que su aportación experimental, cual requería Platón en su Republica. Los hay, pero nunca son consultados, puesto que en definitiva resultarían ser los más sabios y revolucionarios. No en vano (verano de 1976) en Perbes quien esto escribe y tres representantes más de los “fundadores” le quisieron imponer –vanamente, como es obvio- una adscripción del naciente partido al centro-izquierda, una socialdemocracia más o menos. El dios del Olimpo nos castigó con una sentencia, tan memorable como errónea: “No os engañéis: el futuro democrático de este país pasará por el postfranquismo; al igual que ha sucedió en Francia con el postgaullismo”. Había sido la influencia maligna, entre otras, del General Sáenz de Santamaría, que nos tomó la delantera en Perbes (A Coruña) tres días antes.

Fue el instante del primer divorcio de Fraga con los fundadores, que años más tarde se repetiría con ocasión del asalto al poder del PP de José Mª Aznar. Los fundadores se habían reunido varias veces discretamente en el Hotel La Barranca, en la sierra de Guadarrama, a petición de Fraga, y tampoco allí hubo coincidencia con el “patrón” porque discrepábamos en la manera de gestionar el partido. Luego llegaría Aznar, y lo desarregló a pesar de sus victorias electorales en 1996 y 2000. Pero el partido había sido mancillado y violado, y extrañas doctrinas neoliberales  se infirieron dónde la preocupación social y por las clases medias había sido una radical exigencia.

Hoy las esencias se han evaporado. Los viejos ideales han sido borrados por el afán desmedido de Poder. La ideología ni  sabe de sus raíces, ni de su existencia siquiera. Todo lo que no sea disfrute del Poder carece de sentido, dado que los valores se fueron eclipsando, y la selección natural inversa de personas ha dado en un amasijo de oportunistas, ambiciosos, correcaminos al estilo del inmortal Javier Arenas, con el sacrificio de los mejores que Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría han procurado con extremada eficacia. Hoy ya no quedan ni pura sangres, ni cabezas de serie, y los que luchan por el liderazgo son gentes de no lejana progenie: ¿A qué sorprenderse, pues, de la guerra civil interna, del navajeo, de la pugna por el poder y no por las ideas, ni los ideales? Somos muchos los escandalizados. Otros ya murieron en medio de la ingratitud generalizada, como en el caso de Loyola de Palacio, o del financiero Santacreu, y, si se me aprieta, del propio Fraga. En su entierro de Perbes no llegábamos a la cincuentena los concurrentes del tronco del PP.

¿Alguien tocará a arrebato y convocará a la reconstitución de verdad del partido? ¿Alguien le devolverá su conciencia cristiana, social y de servicio con la que se gestó? Poca humanidad descubro en lo que está a la oferta de las primarias… El maldito “dedazo” de Aznar, las perennes intrigas de Romay Becaria, la fijación galaica o castellana de sus candidatos no aparta los vientos de la catarsis. Quizá las nuevas generaciones sí recuperen las esencias de los dos ejes axiales de la fundación: Reencuentro de las dos Españas (que la izquierda irredenta pretende explotar) y Reformismo sistemático con un punto de vista fijo en las clases medias. Lo demás son cuentos de la lechera, revestidos de palabrería hueca y falsa, o afán de confundir a las gentes que creen todavía en los grandes valores. De no ser así, se franqueará la puerta a otra frustración, tal vez la definitiva.

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