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Històries d'avui en dia

MANUEL MILIÁN    Se me agotaron los adjetivos de la paciencia; se resecó mi garganta de repetirlo desde cinco años atrás: no queda otro...

MANUEL MILIÁN

   Se me agotaron los adjetivos de la paciencia; se resecó mi garganta de repetirlo desde cinco años atrás: no queda otro camino que reconocer la evidencia, y ésta, confieso que me disgusta profundamente. De ahí mi perplejidad. Que Mariano Rajoy no es hombre de gobierno, era de conocimiento general en el PP. Que Mariano Rajoy tenía buena prensa  era justo la consecuencia de su perfecta inactividad. No decide, ergo no molesta a nadie. Ese era su secreto, como me decía no hace mucho un compañero de los gobiernos de Aznar. Su valoración estaba en función de su indolencia: ningún motivo para crear heridas ajenas, ni incordios extramuros de los suyos: que entre los suyos ya era otro cantar: dos sonrisas evanescentes y dos abrazos, y a la calle, al retiro o a la jubilación política ¿Cuántas víctimas  no ha dejado en las entretelas del PP, en especial en las más altas?

   Del PP que una docena de personas fundamos en Barcelona, no queda nada. El que más financió está en el cementerio, sin que nadie de la cúpula se acordase de su grandísima aportación a la hora del entierro. Como casi nadie de sus agraciados herederos del cursus honorum pepero se acordó a la hora de crear un capital para la Fundación Fraga Iribarne que él pretendía legar a su pueblo natal, Villalba (Lugo). La ingratitud ha sido una moneda de curso legal entre sus discípulos. Si “de bien nacidos es ser agradecidos”, ¿qué pensar hoy del desconcertante rumbo de un PP sin Norte, ni punto de mira, ni principios? ¿Qué pensar de un partido que trata de ocultar una corrupción latente, antigua y reciente, bajo sus pies? ¿Qué pensar de esa caterva de escándalos encadenados que ni el propio Mariano José de Larra sería capaz de hilvanar?

   Lo peor de coyunturas como éstas es, cuando, al no resolver los problemas, al no acertar a enmarcar en su justa dimensión, los errores abundan y conviértense en lanzas o en bayonetas sobre las que uno no se puede sentar. Y, en tal caso, por rehuirlas, te obliga a subir el nivel de tu asentamiento, o de la línea de flotación. Ese “mantenella y no enmendalla” de  El Cantar del Mio Cid acostumbra a desatar pésimas consecuencias. De ahí que me pregunte ¿dónde huyeron los reformadores de la Reforma? Aquellos que convencieron en la Transición con la Reforma en menoscabo de la Ruptura ¿Dónde están? Si aquel tránsito fue arduo y correoso, ¿por qué ahora se han fagocitado los hombres y las ideas? Es improbable que de este PP rajoyniano emanen ideas reformadoras, innovadoras, mutantes. Es un órgano durmiente, o dormido, visto lo que la Convención de Sevilla acaba de dar de sí. Muchos aplausos de larga métrica; mucho gozo en medio del incendio; mucha orquesta tocando en cubierta mientras el barco se hunde cual Titanic que no percibe su propio infortunio según expresan las encuestas. Don Mariano se prometió desde el atril larga vida… ¿No se apercibe de que las elites económicas ya lo han descartado?

   Mientras crece la ceguera, Rivera y su C’s remontan la marea, sin saber por cierto a dónde van. Pero les sobra el viento de cola, les excede la velocidad de crucero, les impulsan hacia la repetición de una historia que yo conocí en directo: la caída y muerte de UCD. Una pléyade de prófugos asaltó las puertas de AP/PP, y allí se instalaron para redondear sus carreras políticas inexorables. Muchos de ellos arrumbaron y marginaron las carreras de sus anfitriones. A Fraga le repetí que era un error esa entrada en tumulto, pero él andaba obsesionado en construir un “gran centroderecha”… y llegó Aznar en 1989 y lo desarregló todo con su éxito electoral de 1996 y su eufórica mayoría absoluta del año 2000. Ahí murió el Pacto del Majestic, y ahí empezó el ingente problema catalán. Pero los oídos se habían clausurado. Todo era dogmático: “o estáis conmigo, o estáis contra mí”, como si el Mesías hubiese regresado.

   Mi perplejidad alcanza ahora el pasmo. Una historia que se repite. Un Rivera que acoge el aluvión de prófugos y optimistas; una mediocridad que avanza en tromba, pues los mejores ya se fueron a las vidas profesionales alejadas de la política-ficción. Tras el fracaso de la diplomacia española y el desconcierto de la Justicia, ¿a dónde nos conduce este Gobierno incapaz de levantar soluciones en Cataluña y de armar un discurso alternativo y constructivo? Si la Justicia germánica ha destrozado la estrategia del Gobierno de Rajoy, ¿dónde está el nivel superior capaz de contener el fracaso? Pensaron, tal vez, algunos que en el Estado… Mas, el Estado no parece sintomatizar la fortaleza, y a veces la sobrecarga afecta gravemente el soporte que la arrastra. Desde el observatorio  confieso mi perplejidad. Que Dios lo remedie.

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