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MANUEL MILIÁN Un diario de Madrid, radicalizado en la derecha insomne, me acaba de calificar de “tardofranquista converso al independentismo radical” por lo visto...

MANUEL MILIÁN

Un diario de Madrid, radicalizado en la derecha insomne, me acaba de calificar de “tardofranquista converso al independentismo radical” por lo visto a no sé qué sumas de dinero que he percibido de no sé qué fuerzas extrañas, y tal vez traidores a España. Puro Valle Inclán. Puro esperpento de mentes calenturientas que ni saben a ciencia cierta quién soy, ni se han tomado la molestia de leerse siquiera algún capítulo de mi libro Els ponts trencats (seis ediciones en catalán y una en castellano), donde se aclara mi peregrinación política, ideológica y mis compromisos. Nunca me salí de los carriles de la coherencia. Nunca milité en otro partido que los dos en cuya fundación participé (Reforma Democrática Española y Reforma Democràtica de Catalunya, y por otra parte Solidaritat Catalana, en 1980) a pesar de múltiples ofrecimientos. Nunca me mudé de camisa, porque jamás fui “tardofranquista” como este osado e ignorante periodista se empeña en rebuznar.

Pero, he ahí el problema renacido de las cenizas del odio, la incultura, el resentimiento y los complejos imperiales de un castellanismo arcaico, decadente y primario que Aznar trató de renacer. Bueno sería para algunos releer el libro de M. Vázquez Montalbán –otro sospechoso separatista- La Aznaridad. No estaría mal que se leyeran también el discurso del General Juan Prim i Prats a las Cortes el 25 de noviembre de 1851 donde denuncia “el derecho de pernada” aún aplicado en Catalunya. O que se sumergieran estos ignorantes primitivos en el debate sobre el Estatut de Nuria (1932) habido en el Congreso de Diputados entre Ortega y Gasset y Manuel Azaña, con ese remate del filósofo sobre la inexorable “conllevancia” con Catalunya. O que acudieran al redescubrimiento del famoso libro de Francesc Cambó “Per la concòrdia”, o, si la pereza no les permite alejarse a los años 20-30 del siglo pasado, se remitan al más reciente de Julián Marías, “Consideración de Cataluña”, compuesto por los artículos del mismo autor en El Noticiero Universal a instancias de su director,  el unamuniano José Mª Hernández Pardos ¿Les bastará tanto material a estos ignorantes mesetarios?

Me he sentido ofendido estos días en el Madrid donde llevo desarrollando actividades semanales desde 1968 cuando, siendo secretario político del pujalista y díscolo Eduardo Tarragona, iba a gestionar asuntos suyos en las Cortes franquistas de la época: 49 años conciliando la semana entre Barcelona y Madrid, que no parecen haber bastado para una suficiente comprensión ¿Es un problema de testarudez, o de ignorancia? ¿Acaso sólo es español aquel que sirve los intereses de los probables madrileños, de sus élites extractivas devoradoras de los Presupuestos del Estado, que nadie nutre más que los catalanes a los que nos tildan de cicateros? Me ahorro los epítetos y los menosprecios, pero no me resisto a aducir el juicio del viejo, sabio y prudente President Tarradellas cuando me decía: “Espanyols som tots, nosaltres, també. Però els que manen són castellans; i, per això jo parlo de castellans, i no d’espanyols”.

También el viejo President de la Generalitat argüía que “la República va caure per culpa de la Federació Madrilenya del PSOE”. Y aún más: que “Azaña era un covard: tremolava quan jo el vaig portar de Madrid a Barcelona per salvar-lo dels franquistes”. (Hay más datos en mi bodega memorística). De ahí que me resulta muy difícil entender esta plaga de malquerencia y catalanofobia que se ha desatado desde Madrid, esencialmente porque no admiten otras razones que la suya, ni otra causa que los intereses de sus élites económicas, siempre voraces e insatisfechas, y de los cuerpos funcionariales que, además de consumir burocracia, pretenden asentarse sobre su derecho natural a la perennidad, o a la condición poco menos que feudal de la Administración Pública. Me resisto a creer que esta naciente catalanofobia, que afecta a empresas catalanas, sea una corriente generalizada de lo que entendemos por pueblo español. Si así fuera, habría que convenir que el daño infringido a Catalunya, a sus gentes, a su cultura y a su economía, podría convertirse en una sima de separación ineludible en el futuro ¿Acaso se han ocupado de auxiliar a los catalanes que se sienten españoles en Catalunya? ¿Acaso no ha pecado el gobierno de España de ignorante, o de incauto ante el desencanto y malestar que el pueblo catalán experimentaba en los poco dudosos agravios comparativos? Si no hubo sensibilidad para entenderlo, menos opciones cabrán para resolverlo desde una óptica equivocada. No es sensato, ni prudente, que los puentes rotos en el dialogo político imprescindible –siquiera en los últimos cinco años de Rajoy- se tornaran puentes restablecidos para el insulto y la catalanofobia. Entonces sí que entraríamos en el túnel de la pre-ruptura de España. Intelligenti, pauca (A los inteligentes con pocas palabras basta).

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