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MANUEL MILIÁN  Querido Mariano: Nunca hubiere deseado escribir esta carta de despedida de un proyecto que Josep Santacreu y yo iniciamos en 1970 y...

MANUEL MILIÁN 

Querido Mariano:

Nunca hubiere deseado escribir esta carta de despedida de un proyecto que Josep Santacreu y yo iniciamos en 1970 y al que Fraga Iribarne se sumó en una cena en “Jockey” de Madrid el 9 de enero de ese año. Albert Ballarín Marcial, notario de Madrid, fue el responsable de la cita. Con el dinero de empresarios catalanes se pudo levantar el partido, paso a paso hasta que en 1974, ya en la Embajada de Londres, Manuel Fraga me presentó a Antonio Cortina y nos otorgó la responsabilidad a ambos de poner en pie una estructura política que daría lugar en 1974 a Reforma Democrática (y en paralelo, Reforma Democràtica de Catalunya con un llamamiento en catalán. Dinero de empresarios catalanes, generosamente prodigado y sin contrapartidas; un esfuerzo ímprobo de seis años por armar una organización y una militancia desde cero; una ingratitud notable, pues luego se añadieron no pocos oportunistas que escapaban del franquismo, y quisieron teñir de otra cosa lo que habíamos levantado a partir de dos ideas axiales: Reconciliación Nacional y Reforma Política. (No entraré en detalles, pues eso lo relego para un próximo libro).

El día 31 de mayo cometiste un error histórico e irreparable: tu soberbia te hizo optar por la terca pertinacia de seguir, en lugar de la generosa retirada política. Visto que algunos de tus socios te habían traicionado, y otros, cuya lealtad tú habías elogiado días antes, te hubieron engañado, lo propio habría sido dimitir para evitar el escenario de la jornada de censura del 1 de junio, en la que te caíste del pedestal y contigo arrastraste al partido. Nunca olvidé desde joven la máxima de Homero: “Los dioses ciegan con la soberbia a quienes quieren perder” (La Ilíada) ¿Por qué, en lugar de la ceguera y la huida al restaurante, no echaste mano de la generosidad para con el partido? ¿Acaso tu máxima era la gaullista de “yo o el diluvio”?

¿Cómo puedes haber ignorado el esfuerzo de tantos años y tantas gentes para levantar el primer partido de España en menos de 40 años, y abocarlo a la pira de tus cenizas, cual viuda hindú a la vera del Ganges? ¿Quizá porque a ti no te había costado el esfuerzo y sacrificios de carreras profesionales? Quizá porque no supiste de andanzas semiclandestinas, ni de callos en las manos, ni de noches de insomnio para poner en pie este caballo de carreras que tú has cabalgado los últimos 14 años, sin coste personal, ni respeto por las horas y los días que otros –sin premio ni reconocimiento- sí dedicamos a costa de nuestros intereses personales. Fraga, con algún que otro error, fue agradecido. Tú, no lo has sido, demoliendo uno a uno a tus mejores amigos y compañeros.

La mañana del 1 de junio, con tu derrota parlamentaria, te has llevado a los escombros buena parte de tantos sueños y tantos trabajos, que ni conoces, ni te ha importado conocer. Y eso nunca es cemento para un liderazgo, ni piedra miliar para la secuencia de un gran proyecto (ese centroderecha que Fraga soñó). En los últimos cinco años has echado por tierra lustros de mucho sudor político; y, en dos días de moción de censura has quemado bastantes de las esperanzas de muchos, cuyos votos van camino ya de otro destino, que pudo ser compañero en lugar de competencia. Aquel “aprovechategui” podría ser algún día el epitafio de lo que tanto costó construir. Penosa opción la tuya; “tristisima noctis imago”, como en las Elegías de Ovidio.

Trágico error no abrir la esperanza a otros que pudieran intentar la última oportunidad con tu renuncia voluntaria para dar opción a otra política de gobierno que soslayare tus no pocos errores, en particular con Catalunya (por mezquino) y Euskadi (por exceso de generosidad a golpe de talonario). No, no era ese el camino, Mariano; el camino es el diálogo, la justicia distributiva y la clemencia –como propone Séneca-, en lugar de echar mano de una Justicia como árbitro de la Política (o de la cobardía), que a la postre te ha dañado definitivamente con la sentencia de la Gürtel, cuyos personajes no eran del agrado de las bases honestas del partido.

Te escribo con dolor esta carta por el inmenso daño que se ha infligido al PP por aquellos egoístas sin escrúpulos que buscaron exclusivamente su lucro personal a costa de la moralidad del partido. Este es a menudo el fruto de la mediocridad que a partir del 2000 se implantó en el partido con la sistemática depuración de los mejores, de los fundadores, de quienes tenían clara conciencia respecto  a las dos ideas matrices de la fundación: Reconciliación nacional y Reformismo. Ni la una, ni la otra han quedado a salvo en estos momentos. Del final de la moción de censura se trasluce de nuevo el lamentable cliché de las Dos Españas. Y sin diálogo es imposible el reformismo, como ha quedado patente en tus cinco años de puro tancredismo en La Moncloa. Gracias a ello, ahí tienes ante ti el incendio de Catalunya que te ha llevado al descalabro. Se pudo haber hecho de otra manera, y ni siquiera se intentó, entre otras razones porque no está en la fe de los castellanos viejos la creencia de que con el dialogo se remedia hoy mejor aquello que antaño resolvieron (¿?) con la fuerza y el dominio. En la periferia de la Corona de Aragón, amigo Mariano, los tratos eran algo distintos.

De ese mal venimos desde 1989 cuando Aznar tomó las riendas del partido. Todo empezaría con el escándalo Palop-Sanchís-Naseiro en Valencia, que le costó la dimisión a su jefe de gabinete Sr. Moreno. De aquel sello del “clan de Valladolid” proceden no escasas consecuencias en los usos y costumbres del Partido Popular que José Mª Aznar quiso refundar a partir del Congreso de Sevilla en 1990. Pero se olvidó de la moral individual de los hombres y una política a la medida de las Españas sostenible, ni es política. Se cambió de nombres, pero no hubo correctivo para ciertos usos y costumbres. Esa cultura del aprovechamiento coyuntural del paso por la política ha truncado la esperanza de un proyecto que a muchos (bastantes ya fallecieron) les costó años, dinero y renuncias. Pero no hay que llorar, como Casandra, por lo perdido; sino aprender la lección de que los liderazgos se ejercen desde la dignidad moral y los principios, y no es tolerable ni el brote, siquiera, de la corrupción que se ha consentido ¡Pésimo ejemplo de los sinvergüenzas que se aprovecharon del partido y sus prebendas!

Desde la digna memoria de los que han muerto, y el mal sabor de boca de los últimos 18 años, creo llegada la hora de las profundas reformas internas que permitan resolver las ideas matrices de los fundadores que creímos en la reconciliación de los españoles y que ahora nos han abocado otra vez al estigma de la división y de las dos Españas. Alguien ha cometido un error y ese error debe ser urgentemente remediado, si no se quiere reincidir en las desgracias de nuestros antepasados. Tú no estabas en aquella mesa de la fundación en la calle Artistas, de Madrid, ni tampoco Aznar, pero quien esto escribe advirtió, en una de las últimas reuniones en 1975, que había que cuidar de Catalunya, porque, de lo contrario, Catalunya echaría por tierra el sistema que estábamos diseñando. Ciertamente se cuidó, más o menos, a Catalunya hasta el Pacto del Majéstic (1996) que propició el mejor gobierno de la Democracia ¿Por qué Aznar lo enterró es un arcano de su historia personal? Ahora bien, aquel error mudó la perspectiva que sobre Catalunya se tenía en la política general de España, y con el Estatuto de 2006 se liquidaron mucho más que los artículos suspendidos por el Tribunal Constitucional. La posterior recogida de firmas que Arenas y algunos propiciasteis derrumbaron los puentes que quedaban entre la España del PP y Catalunya. Era Catalunya, que jamás entendisteis, y que ahora te ha hundido, amigo Mariano.

La humildad es el sillar de la grandeza; la soberbia la tumba del liderazgo. Los pueblos que componen España tienen su identidad y su dignidad, y eso es tan sagrado como la mismidad de uno. Tu tancredismo te ha llevado al error. La exclusión de los mejores tal vez al ocaso del partido. Recuerda a Adolfo Suarez y su UCD… y no olvides jamás ese horizonte. Así, a los que creímos en este gran proyecto del PP nos debes una explicación, y a ti mismo una reflexión acerca de los males del tancredismo, de la inoperancia y del amateurismo de muchos de los que te has rodeado en estos últimos tiempos de sordera y ceguera ¡Qué inmenso error buscar los votos de los españoles a costa de los latigazos a Catalunya! En este triste adiós me quedo, y, como Cicerón, te pido que “no abuses más de nuestra paciencia”. De la paciencia al límite de muchos ciudadanos de España. No apercibirte de ello te ha costado el voto de censura…

Desde la cordial sinceridad

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